Compartimos hoy una profunda reflexion: rol y terror como terapia?. Al igual que otras aficiones, quizás el rol sea una de las que más pueden ayudarnos a soportar eventos desagradables.
Hubo una época en la que todo daba miedo. No ese miedo de estar en el sofá y que un bicho feo le grite a la pantalla, das un bote y te ríes. Más bien, uno que te acompaña desde que te despiertas hasta que te vuelves a acostar. Puede ser tan paralizante que impide o entorpece realizar cualquier acción cotidiana. A veces solo pesa tanto como una mochila de adoquines, otras veces se va de madre y te atrapa la garganta y el pecho entre sus tentáculos. Hay ocasiones en las que se cuela por entre nuestros huesos y hace que te marches de tu propio cuerpo y mente para no enfrentarte cara a cara con él.

Una emoción llamada terror
Ese tiempo no se marchó del todo, nunca lo hará, pero si existe una manera de hacer que reduzca y que no tome el control de todo, en mi experiencia ha sido volcar esos temores en hojas de papel y presentarlos como experiencias jugables. Pocas cosas más terapéuticas hay en la vida para afrontar el terror que manejarlo por uno mismo, siendo el Rol un medio fantástico para explorarlo. A veces, compartir con tu mesa una situación que te paraliza, que los jugadores afronten situaciones o emociones que te dan pavor, es una gran manera de ver que, hasta la situación que más te afecta tiene una solución.
Miedo a la soledad, al encierro, a la incertidumbre o a la muerte son situaciones que el rolero medio de juegos como La llamada de Cthulhu, Ratas en las Paredes, Cuentos de Ánimas o Fragmentos experimentan en mesa con facilidad. Y esa es la clave, a mi parecer. Plantear y experimentar en equipo emociones y retos que aplicados en la vida real nos golpearían, en un contexto simulado nos entrenan para poder afrontarlos mejor. Porque a veces, al escribir un escenario o describir un cadáver, no estás hablando del monstruo: estás hablando de ti, sin decirlo.
Experimentar terror en el rol
Pero hay otra cara en todo esto, una que no se menciona tanto. Cuando uno abre la puerta del miedo y lo deja pasar, no siempre se comporta. A veces se sienta contigo a jugar, reparte los dados y se ríe cuando fallas una tirada crucial. Otras, simplemente se queda observando desde la esquina, esperando a que la historia toque un punto demasiado cercano a la herida. Y es ahí cuando el terror en mesa deja de ser ficción pura y se convierte en algo más íntimo, más honesto. Porque no estás solo sintiendo miedo: lo estás compartiendo, y eso, por retorcido que suene, lo hace más llevadero. Es un exorcismo colectivo, un ritual con fichas, lápices y dados como símbolos sagrados.
Y tal vez por eso seguimos haciéndolo, una y otra vez, noche tras noche. No porque nos guste sufrir, sino porque en esa catarsis hay algo profundamente humano. Jugamos al horror para entendernos, para aprender a perder sin quebrarnos, para mirar directamente a nuestra propia oscuridad y poder describirla sin perdernos en ella. Y aunque cada partida termine entre risas nerviosas y chascarrillos sobre los puntos de cordura, siempre queda esa sensación de haber sobrevivido a algo. Algo pequeño, pero real. Algo que, de algún modo, nos deja un poco más enteros que antes. A veces, tan solo jugamos al horror para sobrevivirnos. Y cada vez que lanzamos los dados, algo dentro de nosotros deja de temblar. Es por eso que lanzamos esta reflexión de que nos puede servir rol y el terror como terapia.
Si te ha gustado y quieres conocer otros testimonios compartidos, entra en el blog del ContemplaRol.
Por nuestro querido socio narrador Daniel Nieto
Puedes ver una partida de rol de terror de Daniel aquí